Ya es inevitable lo que tiene que ocurrir. Es inevitable nuestro encuentro contigo, que nuestras miradas se crucen, que nuestras manos se cojan y nuestros pasos caminen juntos. No habrá nada que pueda evitar que en tu hora más difícil nosotros estemos a tu lado, nada -¡y fíjate bien lo que te digo!- ni siquiera que el cielo nieve, llueva o truene. Nada habrá que impida que tus hijos estén contigo, porque Tú, Madre, nunca caminaras sola...